lunes, 26 de diciembre de 2011

La nieve llegó a Edimburgo.

Desafortunadamente no he podido actualizar este blog tanto como me gustaría, pero aun así quiero continuar relatando mis hazañas por aquellas tierras frías, aunque estén más que pasadas.

La realidad es que no abandoné mi mala suerte cuando me subí en aquel avión rumbo a Edimburgo, ella continuó conmigo hasta el 15 de Noviembre, para ser exactos, a las 5 de la tarde de un 15 de Noviembre. Cuando en cuestión de 5 minutos me vi envuelta en uno de los líos más grandes de mi vida y como resultado, acabé en comisaria dos semanas más tarde testificando ante la policía con ayuda de una interprete española. La verdad es que cuando lo recuerdo no puedo evitar reírme, nadie puede hacerlo cuando lo cuento, pero en aquel momento me moría. Cuando vi entrar a esa desconocida en la casa donde cuido a las niñas y empujar a la mayor de ellas, Arianne, hasta tirarla contra la puerta de la cocina... todavía estoy intentando saber de dónde me salió el inglés en aquel momento, tan sólo sé que me interpuse entre ella y la niña y cuando volví a recuperar la conciencia esa mujer estaba fuera de la casa tirando las macetas del jardín, surrealista. Para los que no conozcáis la historia, deciros que aquella desconocida que allanó la casa donde trabajo era la madre de una de las amigas de Carmelia, la más pequeña, y vino a la casa para atacar a Arianne con la excusa de que Arianne había atacado a su hija, cosa que en realidad nunca pasó, tan sólo discutieron. Pero bueno, vine en busca de experiencias y no he obtenido otra cosa.

La vida en Edimburgo es tranquila y bonita, en un paisaje como ese todo parece muy hermoso, excepto el tiempo, maldito frío. Después de dos meses viviendo en la capital escocesa y soportando día tras día sus frías temperaturas, no fue hasta el 4 de Diciembre cuando vimos por primera vez la nieve. Fue bastante curioso, cada mañana yo me despertaba y le decía a Huzu: "¡Huzu, despierta que ha nevado!", siendo mentira. Hasta que un día Huzu puso cara de asombro al mirar por la ventana y yo, después de haber hecho tantas veces la misma broma, no le creía; y la realidad es que ahí estaba la ciudad, blanquita, tras la nevada. No hemos llegado a presenciar grandes nevadas, pero nos convertíamos en niños cuando salíamos de la casa.

La ciudad ha dejado de ser una gran desconocida para nosotros, y ya hemos visitado gran parte de sus atracciones turísticas. Fuimos a visitar el castillo el fin de semana de St. Andrews, aprovechando la entrada gratuita y ahorrándonos 25 libras. Tiene unas vistas preciosas, al igual que sus museos, pero ese día hacia tanto viento que no pudimos disfrutar la visita en condiciones. Como es navidad el castillo está muy iluminado, los árboles del jardín de Princes street están llenos de luces, y el mercado alemán y el de las Highlands, junto a la feria, dan mucha vida al centro de la ciudad. Es una época preciosa para visitarla.

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